“Estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado”.
“La indiferencia es a menudo una actitud neurótica, auto-defensiva, que atrinchera el yo de la persona por miedo a ser menospreciado, desconsiderado, herido, puesto en tela de juicio o ignorado.”
¿Se puede ser sanamente indiferente? ¿O siempre la indiferencia es dañina de por sí?
A veces, es una actitud que se le atribuye a los hombres sabios: ser indiferentes a la opinión de otros, a sus reclamos, mantenerse en el propio camino. No dejarnos conmover por lo que dicen, mantenernos al margen, resguardándonos.
A veces, una forma necia, casi de rebeldía adolescente, de manifestarse ante el problema del otro.
Nada me importa de lo que te pasa, no es mi problema, no es mi preocupación.
A veces, una herramienta de la conquista. Manifestar lo opuesto de lo que se siente, para generar que el otro se interese. Se busca atraer, manifestando primero indiferencia.
¿Será entonces que nos atrae la indiferencia?
¿Nos gusta aquello que nos niega?
¿Nos atrae lo que rechaza?
¿Podrá ser la indiferencia, una reacción lógica ante tanta desidia?
¿Será la única posibilidad de resguardarnos ante tanta locura?
¿Nos pretendemos indiferentes, por sentirnos lastimados?
Estamos, creo casi en silencio, lastimosa y salvajemente indiferentes, porque construimos un mundo que no resiste cotejarse (mayoritariamente) con la realidad.
¿Con qué cara que no sea la indiferencia, podríamos tirar la comida que nos sobra cada día, sabiendo de tanto hambre?¿Con qué sonrisa festejaríamos nuestra abundancia?
¿Qué enojos nos permitiríamos ante tanto dolor?
Quizás, sólo quizás, este mundo se sostenga así, únicamente, si sobrevive la indiferencia.
¿Querremos cambiarlo?
¿O estará bien así, después de todo?
De: http://www.editorialutopias.com.ar/blog/2009/05/08/indiferencia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario